lunes, 3 de marzo de 2025

La salud mental en el siglo XXI

La salud mental en el siglo XXIV


Gro Harlem Brundtland1



Gracias a las estadísticas de mortalidad, sabemos que durante el último siglo la esperanza de vida del hombre ha aumentado como nunca lo había hecho, aunque no siempre ha sido así para los pobres del planeta, que siguen sucumbiendo fácilmente a las habituales enfermedades mortíferas. Mediante instrumentos como los AVAD (años de vida ajustados en función de la discapacidad) podemos analizar no tanto la forma de morir como la forma de vivir de la gente. La ventaja de los AVAD es que nos permiten cuantificar no solo el número de defunciones sino también las consecuencias de las muertes prematuras y las discapacidades en una determinada población, combinando ambos factores en un solo indicador de la carga global de morbilidad.

Con este cambio de perspectiva, algunas

de las enfermedades mas mortíferas, como el

paludismo y la tuberculosis, mantienen su

hegemonía. Sin embargo, las enfermedades

mentales adquieren de repente una mucho

mayor dimensión. Pueden no ser mortales de

por sí, pero provocan discapacidades prolongadas 

tanto en los países ricos como en los

pobres, y van en aumento.

¿Por qué? Por muchas razones. La

primera es que, con el aumento de la

esperanza de vida, el cuerpo a menudo resiste

mejor que la mente. Esto se manifiesta en los

AVAD perdidos a causa de la enfermedad de

Alzheimer y de otros tipos de demencia. La

segunda explicación es que muchas sociedades 

y comunidades que habitualmente apoyaban 

a sus miembros más necesitados a

través de los vínculos familiares y sociales

ahora tienen muchos más problemas para

hacerlo. En tercer lugar, no hay que olvidar

los efectos obvios de las situaciones de guerra

civil y de caos, así  como las amenazas más

sutiles que a juicio de un colaborador del

Boletín, constituyen «los cambios radicales de

la sociedad en materia de tecnología, los

cambios experimentados por los pilares y

entramados familiares y sociales, y la comercialización  

de la existencia, factores que

podrían explicar la actual epidemia de

depresiones y de otros trastornos psiquiátricos

» (1). Estos factores, que considerados

por separado pueden ser neutrales o beneficiosos, 

pueden agravar un entorno ya de por

Sí  hostil para la salud mental.







No nos llamemos a engaño respecto a la

magnitud del problema: en todo el mundo,

los trastornos mentales representan aproximadamente el 

12% de todos los AVAD

perdidos en 1998. El porcentaje es mayor en

los países de ingresos altos (23%) que en los

de ingresos bajos y medianos (11%). La

depresión grave ocupa el quinto lugar en la

clasificación de las 10 causas mas importantes de morbilidad a nivel mundial, y esa

enfermedad reviste idéntica importancia en

los países en desarrollo. Después de la

depresión grave, las causas que mas contribuyen 

a la carga neuropsiquiátrica son la

dependencia del alcohol, los trastornos

afectivos bipolares y la esquizofrenia. En los

países de ingresos altos, las demencias son la

tercera causa mas importante de morbilidad

neuropsiquiátrica. A nivel mundial cinco de las 10 causas

mas importantes de discapacidad (depresión 

grave, esquizofrenia, trastornos bipolares,

consumo de alcohol y trastornos obsesivos,

compulsivos) son problemas mentales. Estos

son tan importantes en los países pobres

como en los ricos, y todos los pronósticos

apuntan a que en los próximos años

aumentarán espectacularmente. Esto me

lleva a formular la segunda pregunta: ¿Qué

podemos hacer para combatirlos?

Existen algunas intervenciones sorprendentemente

sencillas y bastantes baratas.

El retraso mental es quizá el tipo de trastorno

mental mas frecuente en los países en

desarrollo, y su prevalencia se puede reducir

simplemente añadiendo yodo a la sal método

que resulta muy barato. Las mejoras de la

atención obstétrica permitirán reducir aún

mas el problema.

Un proyecto de demostración llevado a

cabo en China ha puesto de manifiesto que

simples intervenciones familiares, unidas al

uso de medicamentos psicotrópicos, pueden

reducir considerablemente el costo del

tratamiento de la esquizofrenia. Los programas 

de rehabilitación psicosocial pueden ayudar a 

las persona con trastornos mentales

graves, como la esquizofrenia, a convertirse

en miembros productivos de la sociedad.

Aunque hoy no es posible curar la

demencia, existen intervenciones baratas y

culturalmente idóneas que pueden ayudar a

las familias y las comunidades a atender

mejor a los afectados por ese trastorno.

Existen un gran número de soluciones

de ese tipo, y esto plantea un último

interrogante: ¿por que no se dispensa

atención reconocidamente asequible y eficaz?

 En este caso también se distinguen

varias razones, entre las cuales destacan las

siguientes: la poca prioridad que se da

generalmente a la salud mental, la centralización

 tradicional de los servicios de salud

mental en grandes instituciones psiquiátricas

y la escasa aplicación de estrategias de

reconocida eficacia, ya sea por desconocimiento

 entre los agentes de salud y los

responsables de dictar normas, por la

deficiente organización y financiación de los

servicios, por la inexistencia de sistemas de

garantía de la calidad o por la falta de

medicamentos psicotrópicos esenciales. Se

añade a ello el estigma asociado a las

enfermedades mentales, que a menudo

disuade a los enfermos de buscar tratamiento

e incluso puede minar la disposición a

intervenir de los dispensadores de atención

de salud mental.

En definitiva, la salud mental depende

en cierta medida de la justicia social; y las

enfermedades mentales, dada su importan-

cia, deben tratarse en la medida de lo posible

en el nivel primario. Gran parte de la labor

preventiva debe hacerse en el área de la

mitigación de la pobreza y de la resolución de

conflictos, y los planteamientos discutidos en

los dos artículos siguientes deberían ayudar a

frenar esta creciente amenaza para la salud en

el siglo XXI.











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